“Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece.”
(Juan 15: 19)

Vivir como un cristiano implicará rechazo por parte del mundo, Jesús advirtió a sus discípulos al respecto:

“Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece.” (Juan 15: 19)

Es innegable que vivimos en este mundo, pero no somos parte de él porque no participamos de sus malas obras:

“Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas” (Efesios 5: 11)

El hecho de no participar de esas obras infructuosas será motivo suficiente para que seamos rechazados.

El sistema del mundo es enemigo de Dios y, por consiguiente, detesta a cualquiera que se atreve a identificarse como su seguidor. Jesús nos eligió del mundo, por eso el mundo nos aborrece. Hemos sido colocados aquí, soberana y amorosamente, para un propósito. Dios tiene un plan para nuestra existencia, una razón para continuar, aunque por no pertenecer a este mundo, esa existencia incluya momentos difíciles.

Aceptemos esta verdad, pero no nos venza el desánimo. No olvidemos que el mal disfruta de victorias a corto plazo, pero que Cristo ya ha conquistado el pecado, la enfermedad, el sufrimiento, la muerte y la decadencia. Todas aquellas cosas que hoy nos provocan tristeza él las venció.

Mientras vivimos aquí compartamos esta esperanza con aquellos que no la tienen, mientras añoramos nuestro verdadero hogar.

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