“Hijo mío, no se aparten estas cosas de tus ojos; guarda la ley y el consejo, Y serán vida a tu alma, Y gracia a tu cuello. Entonces andarás por tu camino confiadamente, y tu pie no tropezará. Cuando te acuestes, no tendrás temor, sino que te acostarás, y tu sueño será grato. No tendrás temor de pavor repentino, Ni de la ruina de los impíos cuando viniere, Porque Jehová será tu confianza, Y él preservará tu pie de quedar preso.”
(Proverbios 3: 21- 26)

De las sabias decisiones que tomamos jamás nos arrepentimos, he aquí una de ellas:”Mi corazón incliné a cumplir tus estatutos de continuo, hasta el fin.” (Salmo 119: 112) La obediencia permanente a la Palabra de Dios es una magnífica decisión. Sin vacaciones ni tiempo de baja en la escuela de la obediencia la Biblia cobra vida en nosotros.

Una siembra tan preciosa como esta rendirá grandes frutos:

“Hijo mío, no se aparten estas cosas de tus ojos; guarda la ley y el consejo, Y serán vida a tu alma, Y gracia a tu cuello. Entonces andarás por tu camino confiadamente, y tu pie no tropezará. Cuando te acuestes, no tendrás temor, sino que te acostarás, y tu sueño será grato. No tendrás temor de pavor repentino, Ni de la ruina de los impíos cuando viniere, Porque Jehová será tu confianza, Y él preservará tu pie de quedar preso.” (Proverbios 3: 21- 26)

Repasemos este tesoro de verdades sobre las consecuencias de obedecer: La obediencia a Dios provee fortaleza interior (vida a tu alma) y genuina belleza externa (gracia a tu cuello). Nuestro andar terrenal podemos hacerlo confiadamente, aunque vengan las tentaciones no caeremos porque nuestros pensamientos estarán controlados por las verdades divinas. No será necesario acudir a píldoras para dormir porque estará garantizado el buen descanso en la noche, sin sentimientos de culpa ni temores. No sufriremos temor al ver el juicio divino sobre los impíos. La sumisión nos mantendrá consciente de la gran verdad de que Dios cuida a los suyos, El no permitirá que quedemos presos en alguna trampa. ¡Cuántas bendiciones trae a nuestra vida el obedecer!

Estemos siempre conscientes de lo que Jesús hizo por nosotros y de lo que sigue haciendo desde que le conocimos, entonces jamás nos faltará el santo impulso interior del Espíritu hacia el camino de la obediencia.

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