“No devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición.”
(1 Pedro 3:9)
Como cristianos estamos llamados a no reaccionar ante el maltrato que recibimos, sino a responder adecuadamente: “No devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición.” (1 Pedro 3:9) Devolver mal por mal, es una reacción humana y natural. Aquí se nos dice que no devolvamos mal por mal, ni maldición por maldición.
En otras palabras, cuando somos maltratados por alguien con perversa disposición, renunciemos a nuestra inclinación humana de tomar represalias. Estemos dispuestos a perdonar, ofrezcamos bien en lugar de mal «bendiciendo». Esto significa alabar o hablar bien de otros. Algo humanamente imposible si lo intentamos nosotros solos. Pero aquí el apóstol Pedro nos llama a hacerlo recordando lo que ya sabemos: “que fuisteis llamados para que heredaseis bendición.” Recordemos que hemos recibido la bendición inmerecida y eterna del perdón total de una deuda impagable para con un Dios santo, y vida celestial para siempre con El, en lugar de su merecida ira por el pecado.
Consideremos juntos esto, el perdón que concedemos libremente a alguien que nos ha ofendido debería ser una consecuencia fácil, ya que tanto nosotros como el que nos ha ofendido somos muy pequeños comparados con la grandeza de Dios y con como El ha sido ofendido.
Cuando sintamos deseos de vengarnos ante lo que otros nos han hecho recordemos a Cristo en la cruz, es importante que recordemos también de que la venganza es un signo de adolescencia mientras que la restricción es una señal de madurez. La respuesta correcta es devolver bien por mal y con Dios todo es posible.
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