“Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios.”
(Juan 3: 19- 21)
Es una necia decisión despreciar la luz cuando nos hallamos perdidos en la oscuridad. En esos momentos uno desea desesperadamente orientarse y encontrar el camino, no concebimos que alguien pueda despreciar la luz para continuar perdido en las tinieblas. No obstante, aunque nos parezca esa una actitud extraña e improbable, es exactamente lo que hacen muchos pecadores con Cristo: “Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios.” (Juan 3: 19- 21)
¿Cómo es posible? Creo que la razón se encuentra en que la misma luz que ofrece salvación mostrando la justicia y el amor divino ofrecido en Cristo, también revela la fea realidad del pecado y la maldad humana. Y muchos prefieren rechazar el evangelio de luz y vida para permanecer en su vieja senda de tinieblas y muerte. Y ese rechazo se convierte en odio por la luz.
Si esta es tu actitud o conoces a alguien que la tiene, por favor tómate el tiempo para hacerle conocer estas solemnes advertencias de Hebreos: “¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?… Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos…porque nuestro Dios es fuego consumidor. ” (Hebreos 2: 3ª; 12: 25, 29) ¡Tu eternidad está en juego! Toma a Dios seriamente, porque El toma muy seriamente tu decisión ya sea de aceptarle o de rechazarle.
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