“Jehová es bueno, fortaleza en el día de la angustia; y conoce a los que en él confían.”
(Nahúm 1: 7)
Hay días cargados de dolor y angustia, esos que comienzan como cualquier otro, en los cuales nada parece presagiar que se avecina una tormenta y que en cuestión de unos pocos minutos, todo se transforma. Nos quedamos como en una especie de shock intentando asimilar la inesperada experiencia que nos ha golpeado. Quisiéramos que se tratase solamente de un mal sueño, de una terrible pesadilla que con despertar la dejamos atrás. Pero no es así, estamos enfrentando una realidad que llegó para quedarse indefinidamente.
¿Qué puede uno hacer cuando esto ocurre? Lo único que realmente funciona: Aferrarnos con todas nuestras fuerzas al Dios que conocemos. He aquí una breve descripción de quien es El: “Jehová es bueno, fortaleza en el día de la angustia; y conoce a los que en él confían.” (Nahúm 1: 7) Es también nuestro Dios a quien describe el profeta.
Se nos dice en uno de los salmos: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.” (Salmo 46: 1)
Él es compasivo, misericordioso y poderosa fortaleza. Su ayuda llega pronto, puede que no nos quite el dolor de manera inmediata, pero nos acompañará cuando transitamos por él. Su tierna mano sostendrá la nuestra, mientras nos dice con profunda piedad:
“Hijo mío, estoy contigo, te conozco de manera perfecta, se cómo te sientes y no permitiré sobre tu vida una carga más pesada de la que puedas soportar, y si hay momentos que te parece demasiado agobiante, deposítala sobre mis inmensas espaldas, siempre confía en mí.”
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