“Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús.” (Hebreos 3:1)
“Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.”
(Hebreos 12:2).
Te levantas en la mañana, no acabas de poner tus pies sobre el suelo y comienzan los problemas. Tal vez una llamada a tu celular con una noticia inesperada, te sacude sacándote de tu modorra que aun te quedaba. Lo cierto que apenas despiertas y comenzaron las dificultades. Y lo peor, parece que en lugar tener soluciones, las cosas se van complicando. ¿Te ha sucedido, verdad?
Para esos momentos cuando las cosas nos van de mal a peor, son estas palabras de parte de Dios: “Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús.” (Hebreos 3:1) “Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.” (Hebreos 12:2).
Ambos versos son un llamado a poner nuestros ojos en el Señor. Cuando todo a tú alrededor se ve gris, mira al Señor. Cuando tus circunstancias te presionen, cuando tu esperanza se apaga, cuando la gente te traicione, cuando los acontecimientos se vuelvan en tu contra, cuando mueran tus sueños, cuando las puertas se te cierren, cuando el pronóstico médico es desalentador, cuando tengas el corazón destrozado, ¡mira al Señor!, y mantén tu mirada en él.
¿Quién es él? Él es la luz. El no se pone nervioso, porque jamás pierde el control de las cosas. Él siempre es fiel. Inmutable. Todopoderoso. Omnisciente. Compasivo. Misericordioso. Sabio. Amoroso Soberano. Confiable. Él sabe cómo encaja todo, incluso en esos momentos cuando nosotros no vemos el sentido y propósito a lo que nos sucede.
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