“Y ella lo asió por su ropa, diciendo: Duerme conmigo. Entonces él dejó su ropa en las manos de ella, y huyó y salió.”
(Génesis 39: 12)

Llegar a ser cristiano no implica perfección, debemos crecer pero aun así nunca alcanza¬mos un estado de completa perfección. No en esta vida. La batalla con el pecado continuará durante toda esta existencia terrenal. Seguiremos luchando con las tentaciones. Habrá victorias, pero también fracasos.

Cada uno de nosotros puede contar una historia de fracaso en la fe y de luchas repetidas con antiguos pecados. Necesitamos el poder del Espíritu Santo obrando en nuestra vida. Siempre debemos estar dispuesto a ir al Señor diciéndole: «Aquí estoy, Señor, necesito tu ayuda, sin ti no puedo vencer esta tentación». Y entonces movernos en fe obediente y poner distancia entre nosotros y el fracaso, tal como lo hizo José: “Y ella lo asió por su ropa, diciendo: Duerme conmigo. Entonces él dejó su ropa en las manos de ella, y huyó y salió.” (Génesis 39: 12)

José había rechazado a la mujer de Potifar una y otra vez. Pero finalmente, ella le tendió una trampa. Un día, José entró a la casa a hacer su trabajo, y ella estaba sola, e intento seducir a José una vez más. Esta vez fue más allá de las palabras y se asió de él. Entonces él se zafó a la fuerza de ella y se fue corriendo, ella se había aferrado tan fuerte de él que al escapar dejó su manto en sus manos. José puso distancia entre él y el fracaso, el literalmente huyó.

Esto es algo que necesitamos recordar e imitar a la hora de enfrentar las tentaciones. Todos tenemos debilidades, las cuales Satanás conoce y trátese de lo que se trate, debemos buscar la manera de man¬tener una distancia entre nosotros y la tentación… cueste lo que cueste. Y para lograrlo es necesario que aceptemos nuestras vulnerabilidades y planifiquemos anticipadamente.

En lugar de lamentar cada tropiezo o tentación que enfrentemos convirtámoslos en una oportunidad de honrar a Cristo. Eso significa no dejar nada a la casualidad. Hay que tomar acción antes y decidir no jugar con fuego. Y si por alguna razón nos estamos acercando tanto que sentimos su calor, es el momento de huir, de poner distancia entre nosotros y el fracaso. Recordemos a José.

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