“Desechando, pues, toda malicia, todo engaño,
hipocresía, envidias, y todas las detracciones.”
(1 Pedro 2: 1)
¿Estás cansado de esconderte, de aparentar, de vivir una mentira? La hipocresía nos roba el gozo de vivir en libertad llenándonos de culpa, vergüenza y temor. Por eso debe ser desechada como un sucio y viejo ropaje: “Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones.” (1 Pedro 2: 1)
Jesús dijo a sus seguidores: “Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía.” (Lucas 12: 1)
La hipocresía es actuar, esconderse tras una máscara, aparentar ser otra persona. Esto es lo que sucede cuando actuamos con duplicidad, estamos tratando de ser algo o alguien que no somos. Nos perdemos la belleza de una vida autentica.
El camino de la transparencia es difícil de transitar, en esa trayectoria nos encontraremos con personas que no les vamos a agradar, pero a aquellos que sí, nos apreciarán aun más.
El apóstol Pablo nos enseña: “No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno”(Colosenses 3: 9-10) Dios rechaza la mentira, el engaño y toda superficialidad verbal. A Él le agrada que seamos legítimos, que tengamos el valor de ser reales. El viejo hombre ha muerto con todas sus apariencias. Dios quiere conformarnos a su imagen. Y es a él a quien debemos agradar e imitar.

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