“Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?”
(Salmo 8: 3-4)
El abandono es una experiencia devastadora. Quizás mientras me lees, te tortura el pensamiento de que a nadie le importas, te sientes solo y abandonado.
Por favor reflexiona conmigo en estas grandiosas palabras: “Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?” (Salmo 8: 3-4) David se encontraba al aire libre y al mirar a su alrededor queda extasiado contemplando la grandeza de Dios. Todos hemos tenido esa misma experiencia. Nos fijamos en el cielo y nos llenamos de asombro.
La observación de David lo conduce inevitablemente a la pregunta “¿qué es el hombre?”, en comparación con el esplendor y la majestad divina qué somos los débiles y frágiles seres humanos. Dios pasa por alto nuestro estatus imperfecto y actúa a favor de nosotros: piensa en el ser humano y lo cuida.
Aplícalo a tu vida. Dios piensa en ti y te cuida. El que Dios piensa en ti significa que Dios te recuerda. Y el hecho de que te cuida significa que él te presta atención. ¡Qué maravillosa verdad!
¿Te sientes abandonado? Piensa en esto: el Dios que creó todo el universo se acuerda y cuida de personas como tú y como yo. Es fácil creer que Dios tiene más cosas que hacer que preocuparse por nosotros. Sin embargo, Pedro nos recuerda que “él [Dios] tiene cuidado” de nosotros (1 Pedro 5: 7).
Dios nunca abandona a los suyos. Y si el Señor Jesucristo es tu Salvador, tienes un compañero y un amigo invariable.

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