“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.”
(Hebreros 12: 1- 2)
Cuando los sueños y las expectativas no se alcanzan llega el desanimo.
Cuando las necesidades no se están supliendo llega el desanimo.
En algún momento todos lo experimentamos, nadie puede deshacerse de este por completo. El problema no es que llegue sino que en ocasiones llega para quedarse por un tiempo.
Para ponerle limite a su visita necesitamos avanzar de una perspectiva centrada en nosotros mismos que dice: “Todo se trata de mi” a una completamente diferente que comprende que: “Todo se trata de Dios”
Nos dice la Biblia en (Hebreros 12: 1- 2) “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.” Debemos repetirnos una y otra vez hasta que se nos grave que todo se trata de Él. El secreto está en correr esta carrera con la mirada puesta en nuestro Señor Jesucristo. El venció y aquí dice que está la diestra de Dios, y está ocupado intercediendo por nosotros (Romanos 8: 34).
Al cambiar nuestro enfoque de nosotros a Dios, comenzamos a vivir a la luz de la eternidad, a la luz del cuadro general donde a pesar de nuestros fracasos, no estamos solo. ¡Estamos con el vencedor!
Cuando nuestro enfoque se vuelve eterno, el desanimo se puede convertir en una preciosa oportunidad para la madurez espiritual.

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