“Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.”
(Santiago 1: 17b)
Todo lo relacionado con nuestra existencia humana es voluble, usted y yo cambiamos, nuestras circunstancias también, pero Dios no. El nunca cambia; Santiago lo llamó “Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.” (Santiago 1: 17b). Es en El, en Su naturaleza y carácter invariable que podemos encontrar seguridad.
Cuando nuestras condiciones se muestren sombrías, cuando una situación nos abrume con la pesada carga de las dudas, el temor, la desilusión o la depresión, podemos confiar en Su carácter inmutable. Es más, Él quiere que lo hagamos: “Confiad en Jehová perpetuamente, porque en Jehová el Señor está la fortaleza de los siglos.” (Isaías 26: 4) Una permanente confianza en Dios, nos brinda la firmeza que necesitamos para vivir victoriosamente en un mundo cambiante.
Él es la Fortaleza de los siglos disponible para que todos sus hijos nos podamos refugiar en El: “Jehová es la fortaleza de su pueblo…” (Salmo 28: 8) Podemos decir junto al salmista: “Cantad con gozo a Dios, fortaleza nuestra…” (Salmo 81: 1)
En tanto que nuestras circunstancias cambian continuamente, Dios no: “Desde el principio tú fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán, más tú permanecerás; y todos ellos como una vestidura se envejecerán; como un vestido los mudarás, y serán mudados; pero tú eres el mismo, y tus años no se acabarán.” (Salmo 102: 25- 27) Nuestro Dios no tiene edad ni límite de tiempo, es eterno, santo y puro. Él es omnisciente, omnipotente y omnipresente.
Nunca está oscuro donde Dios está. Él es el Padre las luces, Él es la Luz misma. Y está con nosotros, ¡no contra nosotros! Descansemos confiadamente en esta maravillosa verdad.

Comparta!