“En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti.”
(Salmo 119: 11)
Una vida de santidad requiere nuestra cooperación. Es cierto que contamos con el poder del Espíritu de Dios que va obrando en nosotros, pero también es cierto que tenemos que cooperar por medio de nuestra obediencia y sometimiento al señorío de Cristo.
Alguien dijo sabiamente: “El mejor libro del mundo es la Biblia. El mejor lugar donde está es en el corazón. La mejor razón de por que ponerlo ahí es porque nos guarda de pecar contra Dios.”
Esta fue exactamente la decisión que tomó el salmista: “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti.”(Salmo 119: 11) El decidió guardar en obediencia la palabra divina, lo cual le sería un freno contra el pecado.
Santiago dice que Dios nos hizo nacer mediante la palabra de verdad (1:18). Y esa misma palabra maternal que nos hizo nacer también nos nutrirá y protegerá, dándonos todo lo que necesitamos para crecer y vivir en santidad.
¿Cómo estás atesorando la palabra de Dios en tu corazón? ¿Solo hojeas las Escrituras de vez en cuando, o te empapas en sus aguas purificadoras y refrescantes? ¿Las examinas automáticamente para satisfacer tu curiosidad, o permites que esta te escudriñe a fin de limpiarte el corazón y la mente? Leer, memorizar y meditar en la Palabra de Dios, el don más grande y más perfecto que nos llega de arriba, nos ayudará a mantenernos fuertes en el momento de la tentación y es el camino más seguro hacia una vida santa.

Comparta!