“Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.”
(1 Pedro 1: 3- 5)
La existencia humana está marcada por el sufrimiento. Todos sabemos lo que es el dolor. Gracias a Dios podemos enfrentarlo con una fe victoriosa. Conocer a Jesucristo nos brinda una vida de esperanza y seguridad sin importar la magnitud de nuestra aflicción.
Meditemos en estas palabras:
Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.” (1 Pedro 1: 3- 5)
Estas verdades son un precioso alimento para nuestra fe. Cuando me siento agobiado por las cargas me recuerdo a mí mismo que la última palabra la tiene Dios. El en su infinita misericordia nos ha dado una esperanza viva en Cristo.
Dios estuvo con su Hijo en medio de las pruebas más intensas y lo levantó de la muerte. Jesucristo Vive y por El podemos enfrentar cualquier cosa que nos ocurra.
Por haber creído en su muerte y resurrección a favor nuestro, Dios nos concede un futuro glorioso, donde nos está reservada una herencia permanente y segura en el cielo. Allí esta aguardándonos y con toda seguridad la recibiremos, porque somos guardados por el poder de Dios.
Considerar esto me llena de gozo inmenso y de abundantes fuerzas para seguir adelante, ¿y a ti?

Comparta!