No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.” (Isaías 41: 10)
Esta es una generación que vive con miedo. Albert Camus, el autor francés, dice que vivimos en “el siglo del miedo”. Aunque el miedo es una respuesta primaria, es completamente innatural en los seres humanos según Dios nos creó al principio. Después de tratar de esconder su vergüenza, Adán confesó que el miedo lo impulsó a esconderse cuando su Creador vino para confrontarlo (Génesis 3:10).
El miedo es producto de la caída, y hemos estado tratando de hacerle frente desde entonces. Miedo a las profundidades, miedo a las alturas, miedo a las multitudes, miedo a los espacios abiertos, miedo a los gérmenes, miedo a la muerte. No solo tenemos estos temores antiguos, sino también nuevos: temor al terrorismo, a las bombas nucleares que pueden cruzar los océanos, a los constantes actos violentos con armas de fuego cometidos por seres sin respeto por la vida humana.
El temor puede ser debilitador. El temor le priva al atleta de su fortaleza, drena la creatividad del artista, enturbia la claridad del líder, y empuja al soldado más hondo en su trinchera. El temor paraliza e impide que las personas lleguen a ser todo lo que Dios las creó para que sean y les impide amarse unas a otras completamente.
Necesitamos meditar en esta maravillosa promesa de nuestro Dios: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.” (Isaías 41: 10)
Los cristianos no somos inmunes al temor, así que la próxima vez que toque a tu puerta, repite estas palabras: “No temas, porque yo estoy contigo” Son de Dios para sus hijos. Repítelas una y otra vez, y mejor aun créelas. El está contigo y está actuando, el lo prometió: “no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.” Puedes creerle.
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