“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.”
(Romanos 8: 1)

Al conocer a Cristo somos salvos para siempre. El apóstol declara bajo la inspiración divina: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.” (Romanos 8: 1) ¡Cuanta paz me da leer esto! Estamos eternamente seguros “en Cristo”, esta es la verdad esencial de nuestra nueva vida. Y todo es resultado de la obra salvadora de Cristo y de nuestra relación con El.

Ahora somos de Cristo: “Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios.” (Romanos 7: 14) Esta es la verdad en la cual estamos, por la que vivimos, y mediante la cual logramos la victoria.

La manifestación de la nuestra vida nueva en Cristo es que ahora tenemos un nuevo andar no “conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.” Nuestro estilo de vida es diferente, como resultado de una nueva manera de pensar. Esto no implica perfección, sino transformación. Cuando Cristo está en una vida habrá evidencias de su presencia, las cuales testificarán de que somos hijos de Dios, salvos y seguros.

Deleitémonos al reflexionar en esto: es imposible que alguna vez seamos declarados culpables o condenados. Jesús mismo dijo estas maravillosas palabras: “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida. “ (Juan 5: 24) No hay pecado que hayamos cometido en el pasado, podamos cometer en el presente o lleguemos a realizar en el futuro que pueda contarse en contra nuestra, porque Cristo pago por nosotros y su justicia nos ha sido imputada. Dios ha declarado de manera oficial nuestra justificación y él no retira su palabra. Gracias a Dios estamos eternamente seguros.

No olvidemos esto, nuestra seguridad no depende de nosotros, no es cuestión de lo que podamos hacer, se trata de lo que Dios ha hecho y hace por nosotros en Cristo, se trata de la presencia misma de Su Espíritu en nosotros como un don de su gracia.

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