“Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar.”
(1 Pedro 5: 8)
Tenemos un enemigo que acecha constantemente. Aborrece lo que somos y representamos. Es un adversario injusto y feroz, decidido a destruir nuestras vidas. La Biblia nos advierte de su peligrosa existencia: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar.”(1 Pedro 5: 8)
Es un antagonista, es “vuestro adversario el diablo”. “El diablo” significa “injuriador”, o “acusador”, leemos en Apocalipsis: “Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche.” (Apocalipsis 12; 10) El enemigo de nuestras almas es el “acusador de nuestros hermanos”, nos acusa “día y noche”. Tenazmente nos acusa ante Dios, también nos acusa ante nosotros mismos, sembrándonos pensamientos de derrota. Es su estilo andar inculpando, agrandando la culpa, promoviendo la vergüenza, y atacándonos con la ilusión de destruirnos.
Su estilo es el de un ladrón, “anda alrededor” sigilosamente, actuando en secreto. Intenta no llamar la atención sobre su presencia y acercamiento.
Es también una bestia hambrienta que “como león rugiente” busca “a quien devorar”. Él tiene un apetito insaciable.
Ante esta realidad debemos “sed sobrios, y velad” La sobriedad mental y espiritual incluye constancia, dominio propio, claridad y calibre moral. Implica además no dejarse arrastrar por las emociones o pasiones humanas, manteniendo una perspectiva eterna sobre todos los asuntos de la vida.
Velar es estar siempre alerta ante este enemigo. La gran esperanza del diablo es ser ignorado. Lo que más teme es que la luz de las Escrituras revelan quien es en realidad.
Podemos hacer frente a nuestro adversario con una vida sobria y alerta, nutriendo nuestra mente con la Palabra de Dios, llenos del poder del Espíritu Santo y siguiendo este gran consejo: “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.” (Efesios 6: 10-11)
No importa lo poderoso de nuestro oponente, Dios es Todopoderoso, armados con la armadura divina, somos invencibles.

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