“Y les dijo Jesús: Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres. Y dejando luego sus redes, le siguieron. Pasando de allí un poco más adelante, vio a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan su hermano, también ellos en la barca, que remendaban las redes. Y luego los llamó; y dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, le siguieron.”
(Marcos 1: 17- 20)
En uno de sus grandes sermones Charles Spurgeon, el famoso predicador del siglo XIX, dijo: “Cuando Cristo nos llama por su gracia, no solo debemos recordar lo que somos, sino que también debemos pensar en lo que él puede hacer de nosotros… No parecía muy probable que pescadores humildes llegaran a desenvolverse bien como apóstoles; que hombres diestros con la red estarían tan a gusto predicando sermones e instruyendo a convertidos. Podríamos haber dicho: ‘¿Cómo puede ser esto?’ No es posible que campesinos de Galilea se conviertan en fundadores de iglesias.”
Y esto fue exactamente lo que Jesús hizo: “Y les dijo Jesús: Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres. Y dejando luego sus redes, le siguieron. Pasando de allí un poco más adelante, vio a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan su hermano, también ellos en la barca, que remendaban las redes. Y luego los llamó; y dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, le siguieron.” (Marcos 1: 17- 20) Jesús llama a estos humildes pescadores dándoles con una orden: “Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres.” Jesús usa hombres para pescar hombres a pesar de que él podía hacerlo solo. Jesús no navegó las barcas, lanzó las redes o acarreó la pesca. Los discípulos lo hicieron. Ellos serian instrumentos en sus poderosas manos.
Y vemos cuan obedientes fueron: “Y dejando luego sus redes, le siguieron… y dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, le siguieron.” Cuando Jesús nos ordena algo, el solo espera obediencia. No hubo vacilación o resistencia de parte de ellos.
Por favor medita en esto, ellos lo dejaron todo, dejaron su trabajo, su ciudad, sus propias metas, sus redes, sus barcas y probablemente su exitoso negocio de pesca. Lo dejaron todo. Sin titubeos. Sin reservas. Ellos dejaron todo.
Para aquellos que conocemos y amamos al Señor Jesucristo no hay gozo mayor que obedecerle. Esta promesa que hizo a Andrés y Pedro junto al lago de Galilea es también para aquellos estamos dispuestos a proclamar con decisión el mensaje divino: “Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres.”
No nos enfoquemos simplemente en lo que somos en el presente, miremos por fe lo que él puede hacer de nosotros si obedientes nos ponemos en sus benditas manos. Solo Él puede llevarnos de los peces a la gente.

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