“Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata,  sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros.”

(1 Pedro 1:18-20).

Nuestro principal campo de batalla es la mente. Donde primero somos derrotados o salimos victoriosos es en nuestros pensamientos. El enemigo lo sabe, por eso tiene la atención en nuestra mente. Si el logra que pongamos nuestro enfoque en alguna otra cosa que no sea la esperanza en Jesucristo, habrá ganado el embate.

La victoria comienza con pensamientos victoriosos que conocen la verdad: “Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros.” (1 Pedro 1:18-20). Estos versículos comienzan con la palabra: “sabiendo” y luego describen la gloriosa redención efectuada a favor nuestro por medio del sacrificio de Jesucristo. La vida correcta se inicia con los pensamientos correctos que se nutren de la información correcta. Lo primero que necesitamos es conocer la verdad, no hay victoria en los pensamientos engañosos. 

Cristo nos liberó de la esclavitud de «una vana manera de vivir». De una manera de vivir vacía y sin verdadero sentido, que promete satisfacción, felicidad y contentamiento, pero cuyo resultado es lo opuesto.  Éramos esclavos de los impulsos de nuestra naturaleza pecaminosa, no teníamos esperan­za de ayudarnos a nosotros mismos. La única manera para librarnos de esa servidumbre era que alguien nos redimiera. Ese rescate lo pagó Cristo, no con oro ni plata, sino con su sangre preciosa. Al hacer esto, rompió las cadenas que nos ataban a este mundo. Ahora somos libres en Cristo.

Con esta maravillosa verdad en mente enfrentemos como debemos vivir. Suceda lo que nos suceda en esta vida mantengamos nuestro enfoque en Cristo; solo así permanecerá en nosotros viva la esperanza y no nos dejaremos arrastrar por las tentaciones, ni por Satanás y sus demonios. Recordemos: “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.”   (Hebreos 12:1-2).

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