“Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego, y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo.”
(Juan 9: 6-7)
Si has orado por una petición y Dios te ha contestado, no permitas que Satanás te robe la bendición y el gran privilegio de honrarle. Hay momentos en que clamamos a Dios por una necesidad, aferrándonos a sus maravillosas promesas de contestar nuestras súplicas y El responde. Es entonces que cuando llega la respuesta vienen también malos pensamientos para robarle la gloria a Dios. Puedes encontrarte con ideas como estas cruzando por tu mente: “Quizás me cure gracias al buen médico que me atendió o debido a que el medicamento que me mandaron es muy bueno” ” Me dieron el trabajo porque les impresionó mi presencia y mis atinadas respuestas en la entrevista” “Hice bien al no dejar salir a mi hija a ese lugar, habría muerto en la terrible tragedia que allí ocurrió”
Independientemente de cuantos factores humanos hayan intervenido para que las cosas salieran tal como pediste, déjalos a un lado, fue Dios quien contestó tu oración y El y solo El merece toda la gloria. En ocasiones emplea elementos humanos y en otras no, pero siempre será El y solo El. ¡Deshecha esos razonamientos tan lógicos, tan humanos y ejerce la fe! La fe es necesaria no solo al orar sino también para aceptar la respuesta divina, y sea cual sea, ver Su mano en ella.
La Biblia nos cuenta de este milagro realizado por Jesús en un hombre ciego, después de haber respondido a una interesante pregunta que le hicieron sus discípulos, nos dice el relato: “Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego, y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo.” (Juan 9: 6-7) Algunos han sugerido que el hombre no tenia globos oculares, y que Jesús sencillamente los creo, dándoselos. Otros ven la sanidad como resultado del lodo que Jesús empleo y que tenía propiedades curativas. Pero aquí yo encuentro una lección más evidente y a la vez mucho más profunda que el Señor nos está dando, es que aunque en ocasiones el emplea otros medios, aún allí está su mano, El es quien realiza el milagro.
Cada vez que Dios contesta una oración ya sea usando otros recursos, o por su intervención directa y sobrenatural, es el Señor quien merece el crédito. Recordemos: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.” (Stg. 1:17) “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho” ( 1 Jn. 5:14, 15). No lo olvides, ha sido El y solo El.