Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio (Hebreos 9: 27).

 Recuerdo cuando era niño no pensaba en la muerte, los niños generalmente no piensan en eso, pero al pasar los años consideraba el tema un poco más, pero la veía tan distante, y como algo que le pasaba a otros no a uno. Hasta que un día enfermó mi abuela, siendo yo apenas un adolescente. Luego tuve la experiencia de verla morir de cáncer. A partir de ese momento comencé a ver la muerte como algo más real.

 Durante toda mi vida he estado observando la manera cómo viven todo tipo de personas. En especial aquellos que tienen poder y autoridad sobre otros seres humanos. Muchos de ellos viven con arrogancia como si fueran a vivir en esta tierra para siempre, como si ellos fueran lo que realmente tienen el control de su futuro, de su destino. ¡Qué gran necedad es creer que podemos conocer y controlar nuestro futuro! Solo Dios  conoce enteramente el futuro y tiene absoluto control de él. Solo Dios decide hasta cuando viviremos cada uno de nosotros. Recuerdo haber leído este escrito colocado sobre una tumba en un cementerio que visité: Viví como quise, pero no cuanto quise. Cuan ciertas son estas palabras. El hombre puede vivir como quiera, pero podrá hacerlo hasta que quiera.   

La muerte es una realidad ineludible de la vida. Todos algún día moriremos. La muerte es implacable; no se le puede engañar, ni sobornar, ni ganar en ingenio, ni vencer, ni eludir. La muerte no discrimina; se lleva a jóvenes y viejos, pobres y ricos, enfermos y sanos, perversos y benevolentes, gobernantes y gobernados. Y la muerte es universal; todos en última instancia sucumben a su oscuridad.

La muerte es una dura realidad de la vida, pero no siempre fue así, ni tampoco tiene que serlo. Sin embargo, muchos viven en este mundo como si nunca fueran a morir y como no existiera nada más después de ella. La razón porque morimos está aquí: Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres por cuanto todos pecaron (Romanos 5: 12) La muerte irrumpe en nuestra existencia, recordándonos a todos nuestra condición pecaminosa y nuestra fragilidad humana. Ante ella todos estamos al mismo nivel, todos sin excepción.

 Hebreos contiene una seria advertencia para todo hombre: Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio (Hebreos 9: 27). Sí, todo hombre morirá, y se encontrará con Su Creador crea o no en su existencia. La pregunta no es: ” ¿Viviré por siem­pre?,” sino:  ” ¿Dónde viviré por siempre?” Dos destinos aguardan; el cielo con Dios, o el infierno con Satanás. El entrar en cada en uno de ellos depende de cómo su corazón reciba el evangelio de Jesucristo: El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios (Juan 3: 18)  Uno debe reconocer su condición de pecador perdido, arrepentirse y creer en Jesucristo como Su Salvador y Señor.

 No es cuestión de cargar con un crucifijo y besarlo, sino tener al Salvador. No se trata de abrazar una religión, sino tener una relación con el Cristo Vivo.

 Tómese muy serio la muerte, un día le visitará, no importa quién sea usted ni lo alto que esté en las cumbres humanas, le llegará, no podrá escapar, y la pregunta más importante que debe hacerse ahora es: ¿Estoy preparado para ese momento? Recordemos estas palabras: Prepárate para venir al encuentro de tu Dios… (Amós 4: 12)

 

Comparta!