“Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado”(2 Timoteo 2: 4)

Todos los cristianos somos soldados, soldados bajo movilización, reclutados a tiempo completo, y por cierto sin tiempo de vacaciones. Como tal no debemos enredarnos en los negocios de la vida.

¿Qué significa eso? ¿Nos está diciendo que no deberíamos comprometernos en ocupaciones seculares? ¡En ninguna manera! Aquí se nos está advirtiendo a no “enredarnos”, esta palabra es la clave para comprender este versículo. Un buen soldado no debe permitir que las cosas comunes de esta vida vengan a ser lo primero en su existencia.

Nuestro gran problema es que nos dejamos enredar muy fácilmente y con el enredo viene entonces el trastorno en nuestras prioridades. Dios pasa a un segundo plano, dejando de ser la razón principal por la cual vivimos. Y créanme, eso es muy peligroso. Cuando Dios deja de ser lo primero en nosotros comenzamos a tomar decisiones equivocadas, las cuales nos acarrean trágicas consecuencias.

El Señor Jesucristo nos enseña que debemos poner a Dios en el primer lugar: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33) Aquí encontramos la promesa de que si ponemos a Dios en primer lugar, El suplirá todas nuestras necesidades futuras. Esto es además, una invitación a ejercer la fe, a manifestar nuestra confianza buscando a nuestro Dios, dándole el primer lugar en nuestro ser con la quietud de que cuidará de nosotros.

Una de las razones por la que hay cristianos que se enredan “en los negocios de la vida” es porque les falta la fe para confiar en que Dios tiene todo bajo control y que su provisión será segura. Entonces es cuando ellos intentan arreglárselas por sí mismos, confiando en sus capacidades para proveerse lo necesario. Y en este necio intento se van distanciando del Señor.

Como soldados en activo necesitamos mantenernos preparados para recibir las órdenes de la jefatura. Que cuando recibamos sus disposiciones, nada nos estorbe responder a su llamado, que ninguna atadura obstaculice nuestra pronta obediencia. Nuestro deseo debe ser “agradar a aquel que lo tomó por soldado”. Recordemos siempre que hemos sido alistados por el Señor y es a Él y solo a Él a quien debemos agradarle.

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