“Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres. También creyó Simón mismo, y habiéndose bautizado, estaba siempre con Felipe; y viendo las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito… Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero,  diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo. Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios.”

(Hechos 8: 12-13, 18- 21)

 La genuina salvación no es profesión ni un acto ritual. Jesús advirtió claramente: “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.”(Mateo 7: 22-23). La fe que no produce una transformación de vida no es una fe salvadora.

En el libro de los Hechos encontramos un claro ejemplo de esta fe falsa:   “Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres. También creyó Simón mismo, y habiéndose bautizado, estaba siempre con Felipe; y viendo las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito” (Hechos 8: 12-13) Este hombre creyó, se bautizó y hasta siguió a Felipe. El no quería quedarse atrás, fue donde estaba la acción. Sin embargo,  su fe no pasó de ser una creencia superficial, vacía del contenido divino. El vio la salvación como algo solamente externo en lugar verla como una transformación interna (2 Corintios 5: 17)

Su actitud posterior demostró su falsedad: “Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero,  diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo. Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. (Hechos 8: 18- 21)

¿Dónde se equivocó Simón? La fe debe estar cimentada en la verdad de Dios, lo que no ocurrió con él. El no entendió el mensaje, nada de lo que Dios tiene está a la venta. No hay nada que los hombres pecadores puedan ofrecerle.

Todo hombre debe ser expuesto al mensaje del evangelio y debe creer en El. En Jesucristo como único Salvador y Señor descansa la fe salvadora que Dios da. Entonces el poder divino inicia una transformación de adentro hacia afuera. Esta es la salvación por gracia, sin obras humanas.  

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