“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.” (Juan 15: 5)

Un nuevo año, sinónimo de nuevas oportunidades, nuevos retos, nuevos sueños y nuevas metas. Lo único que hará posible el logro de estas cosas será nuestra dependencia de Dios. Si confiamos únicamente en nosotros, la historia se repetirá: a medio camino las abandonaremos. Jesús dijo: ” Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.” (Juan 15: 5)

Esta permanencia incluye el cultivo de nuestra relación personal con Dios. Sé que este es un tema bien conocido. Estoy consciente que cada vez que se menciona el tema de leer la Biblia y orar, puede sonar como algo muy simple, y en realidad lo es ¿pero de dónde nos hemos creado la idea de que la vida cristiana es complicada? Si, estos elementos son simples, pero no por eso dejar de ser esenciales para la vida espiritual de cualquier creyente y el logro de nuestra permanencia en Cristo. Son esenciales y sumamente importantes si así no fuera respóndanme esto: ¿Por qué Satanás ataca tanto estas disciplinas espirituales en nuestra vida? ¿Por qué constantemente intenta mantenernos demasiado ocupados como para que no apartemos tiempo para ellas? ¿Por qué busca sustitutos que son similares a tomarse una aspirina cuando padecemos de un cáncer terminal? Y lo doloroso es ver cómo hay cristianos que prefieren las “aspirinas” antes que el potente medicamento que realmente necesitan.

Mire la vida de un cristiano que ha tenido una estrepitosa caída y estará viendo a alguien que durante mucho tiempo descuidó su relación con Dios, dejando que su corazón se volviera insensible, duro. Nadie cae en un momento, la caída es el resultado de un largo periodo de deterioro interno.

 Así mismo, mire a un creyente que irradia luz a través de su testimonio, que cuando le llegan las adversidades golpeando en toda su intensidad permanece firme, inconmovible, glorificando a Dios y Su gran misericordia y estará viendo a un hijo de Dios que se ha estado preparando para ese momento durante mucho tiempo, mediante el cultivo de una íntima relación con Dios todos los días.

Si Jesucristo nos acompaña no solo como Salvador sino como el Soberano Señor de nuestra vida en quien confiamos y de quien dependemos veremos oportunidades bien aprovechadas, desafíos aceptados y dominados, sueños realizados y maravillosas metas alcanzadas.

No olvides esto ahora que se inicia tu marcha, también recuérdalo cuando esa marcha se te muestre agotadora. Con Jesús todo es posible, sin El nada.

Comparta!