“Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado.” (Juan 8: 34)
Los perdidos se creen libres, mientras sus acciones manifiestan su espantosa esclavitud, se comportan como esclavos de sus pasiones y deseos carnales. Sirven a numerosos ídolos que levantan en sus corazones para alcanzar bienestar o eliminar sus dificultades. En el altar de sus almas ofrecido a Satanás se encuentran el dinero, el sexo, el poder, la popularidad e innumerables adicciones, entre muchos otros. Y es asombrosa su incapacidad para percibir la dimensión de su opresión. Es más, para ellos los esclavos somos nosotros los cristianos.
La Biblia registra las palabras de Jesús al respecto: “Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado.” (Juan 8: 34) Y un versículo después nos dice: “Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.” (Juan 8: 36) Sin Cristo no se puede experimentar la genuina libertad. El nos ha liberado de la peor esclavitud de todas, aquella que produce el pecado: “Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.” (Romanos 6: 22) Somos capaces de pecar todavía, pero ahora tenemos el poder de Dios para no hacerlo. Todo cristiano es libre del pecado y siervo de Dios, todo cristiano ha recibido la santificación y a todos se nos ha ofrecido por igual la vida eterna.
El puritano Richard Baxter escribió: “Trate al pecado como este lo trata a usted. No se compadezca de él así como él no se compadece de usted. Trátelo como debe tratarse a un asesino. Hágalo morir antes que él lo haga con usted, y aunque lo lleve a usted hasta la tumba, como le hizo a su Cabeza, no podrá mantenerlo allí”. Somos libres, mostremos al mundo la verdadera libertad viviendo como personas libres.