Cuando algo nos sucede siempre nos queda la capacidad de tomar una de estas dos decisiones: reaccionar o responder. Cuando reaccionamos, la mayoría de las veces lo lamentamos porque actuamos impulsados por nuestras emociones. Cuando respondemos, estamos hablando de un esfuerzo intencional en el que nos tomamos tiempo para pensar y elegir una actitud positiva.
Ante los grandes desafíos que enfrentamos diariamente Dios quiere que respondamos, no que reaccionemos.
Cuando te encuentres ante un gran reto, no le des la espalda intentando ignorarlo. Tampoco compares tus fuerzas y capacidades con las de tu desafío. Está ante ti, llegó para quedarse, acéptalo, reconoce que es intimidante. ¡No reacciones, responde!
Recuerda estas palabras: ” ¡Oh Señor Jehová! he aquí que tú hiciste el cielo y la tierra con tu gran poder, y con tu brazo extendido, ni hay nada que sea difícil para ti.” (Jeremías 32: 17) Aquí se nos recuerda que no importa la magnitud de la lucha a la que nos enfrentamos, el poder del Señor siempre es mayor. Una humilde oración como esta, es una respuesta correcta y nos ayudará a entregarle a Él la pelea: «Señor: Aquí me encuentro ante este desafío, es inmenso, me atemoriza, no tengo ni idea de cómo enfrentarlo, pero tú sí. Reconozco tu grandioso poder y la perfecta fuerza de tu brazo, acepto que nada es difícil para ti, por eso Señor te entrego esta situación, pelea tu por mi».
Te aseguro que una oración así cambiará inmediatamente la manera de ver tus circunstancias.