Jesús es suficiente para cualquier experiencia de la vida con la cual tengamos que enfrentarnos. Podemos confiar en El hasta en las situaciones más peligrosas y desesperadas. El evangelio de Marcos nos relata esta historia: “Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al otro lado. Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras barcas. Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba. Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza. Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?” (Marcos 4: 35- 40) Al leer esta historia podemos ser testigos del misericordioso cuidado de Jesús. En medio de esta horrible tormenta, y a pesar de la pobre fe de los discípulos, el Soberano Señor les rescata.
Me llena de esperanza saber que a pesar de lo débil que pueda ser mi fe, El Señor es Fuerte y no me abandona cuando las aguas amenazan con hundir mi pobre embarcación. Los cristianos hoy podemos descansar en el hecho de que, a través de todas las vendavales de la vida, el Señor está dispuesto a liberarnos, y puede hacerlo si confiamos en El.
¿Significa eso que jamás enfrentaremos sufrimientos? En ninguna manera, pero en medio de cualquier dolor podemos descansar confiadamente en esta promesa: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.” (Romanos 8: 28)
Necesitamos fortalecer nuestra perspectiva con el nutriente correcto a nuestra fe:
“El dijo: No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre.” (Hebreros 13: 5-6).
El apóstol Pedro ánimo de igual modo a los creyentes a echar “toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.” (1 Pedro 5: 7).
Pablo expresó esa misma confianza en la permanencia del amor divino al escribir: “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Romanos 8: 38- 39)
No podemos evitar las tormentas, pero tenemos la maravillosa posibilidad de atravesarlas con El.