¿Cuán firmes son nuestras convicciones? Sin convicciones fuertes permitiremos que el mundo nos meta en su molde, Dios nos ordena por medio del apóstol Pablo: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento” (Romanos 12: 2)
J. B. Phillips comenta este versículo de la siguiente manera: “No permitan que el mundo que los rodea se las arregle para meterlos a la fuerza en su propio molde” No debemos dejar que se nos imponga el patrón establecido por el espíritu que opera en los hijos de desobediencia. No debemos permitir que los incrédulos determinen nuestra manera de pensar y de vivir. Y esto no será posible sin convicciones firmes acerca de nuestra fe.
Como hombres estamos ciegos a nuestra propia condición pecaminosa. Nacimos con una naturaleza pecadora y no podemos ver dentro de nosotros mismos para discernir entre el bien y el mal. Por esta razón Dios nos ha dado Su Palabra: “Lámpara es a mis pies tu palabra, Y lumbrera a mi camino.”(Salmo 119: 105) Es Dios quien define el bien y el mal, no nosotros. Por lo tanto de Su Verdad Divina formamos nuestras convicciones por las cuales vivimos y en base a las cuales tomamos nuestras decisiones.
Debemos unirnos a David cuando dijo: “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti” (Salmo 119: 11) La Palabra de Dios es el instrumento que el Espíritu Santo emplea para renovar nuestras mentes, las cuales a su vez El utiliza para transformar nuestra manera de vivir. Esas verdades que recibimos de la Biblia se convierten en convicciones y son ellas las que nos permiten permanecer en pie cuando estamos bajo la fuerte presión del mundo.