¿A dónde se ha ido el respeto por la vida humana? Vivimos en tiempo peligrosos, donde la violencia es cosas de todos los días. Y en ocasiones se expresa en sucesos tan tristes como los ocurridos recientemente. El hombre cada día siente menos respeto por la vida de sus semejantes. Para vergüenza humana, nuestra realidad e historia está marcada por la violencia y los asesi­natos. El problema está empeorando, y no se trata de una nación en particular,  el mundo entero está plagado por la violencia y el crimen. El terrorismo, es hoy un gran enemigo de esta nación, que siempre aguarda agazapado como una espantosa bestia lista para atacar en cualquier momento. Es un gran enemigo, pero no el peor, nuestro gran enemigo es el pecado, el terrorismo es uno de sus desagradables rostros.

Este es el amargo fruto que el hombre cosecha por vivir alejado de Dios y bajo la influencia del Maligno quien ha venido para matar y destruir. El envenena la mente y el corazón de los hombres con religiones torcidas e ideas diabólicas.

Un religioso que conozca la fe cristiana, se puede volver violento, puede decidir convertirse en un asesino en masa, pero nunca podrá encontrar justificación en las enseñanzas de Jesús para eso. La Biblia nos enseña el genuino valor de cada ser humano, el cual radica en la verdad de que hemos sido creados a la imagen y semejanza de Dios: Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.” (Génesis 1: 27) Y fue tal el interés divino en sus criaturas, que motivado por su amor y justicia cuando el hombre pecó, El le anunció su plan redentor: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.” (Génesis 3: 15) Este plan se hizo realidad al enviar a su Hijo a morir por los pecadores: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. “ (Romanos 5: 8) ¡Qué tremendo contraste entre el amor de Dios por el hombre y el desprecio humano por sus semejantes!

Sin embargo, son estas sacudidas inesperadas las que ponen a prueba el fundamento sobre el que descansa nuestra vida. David pudo escribir: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, Y se traspasen los montes al corazón del mar; aunque bramen y se turben sus aguas, Y tiemblen los montes a causa de su braveza. Selah.  Del río sus corrientes alegran la ciudad de Dios, el santuario de las moradas del Altísimo. Dios está en medio de ella; no será conmovida. Dios la ayudará al clarear la mañana. Bramaron las naciones, titubearon los reinos; Dio él su voz, se derritió la tierra. Jehová de los ejércitos está con nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob. Selah” (Salmo 46: 1-7) Estas son las inspiradas palabras de un hombre cuya vida descansaba en Dios, El era el fundamento de su vida y su seguro refugio.

No importa cuánto le neguemos o intentemos enmascararlo, la realidad permanece: somos criaturas débiles, cada muerte que ocurre, ya sea producto de una enfermedad, la vejez, un accidente o la violencia de otros, nos recuerda lo frágil de nuestra existencia. Somos pecadores y la paga por el pecado es muerte.  

El hombre es un ser depravado en su naturaleza que desconoce el verdadero camino a la felicidad y la paz. Jesús es el camino al cielo y quien hace posible vivir una vida diferente en este mundo. El peor enemigo del hombre es el pecado, hay que reconocerlo y aceptar el sacrificio de Cristo quien pago por tu libertad y perdón.

Solo cuando uno cree en Jesucristo ha edificado su vida sobre el único fundamento seguro sobre el que se puede descansar. Es entonces cuando estamos dispuestos a escuchar, la poderosa voz de Dios que nos dice: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios.” (Salmo 46: 1)

 

 

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