“Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.” (Génesis 1: 28)
Es parte de la voluntad y el plan soberano de Dios que los seres humanos desarrollen los recursos de la tierra y los utilicen con sabiduría y gozo. ¡No hay pecado en eso! ¡No importa los escándalos que hagan los ecologistas radicales y los ociosos políticos de izquierda!
Al comienzo mismo de la historia de la humanidad, inmediatamente después de que Dios creó a Adán y Eva, les dijo: “Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.” (Génesis 1: 28). Esta responsabilidad de “sojuzgar” la tierra y “señorear” en ella implica que Dios esperaba que Adán y Eva y sus descendientes exploraran y desarrollaran los recursos de la tierra de tal manera que se beneficiaran a sí mismos y a otros. Jesús también enseñó que los seres humanos son mucho más valiosos a los ojos de Dios que los animales, y esto confirma nuestra responsabilidad continua de “señorear” también en el reino animal y buscar que los animales nos sean útiles, ya que son la buena provisión de Dios para la raza humana. Jesús dijo: “Pues ¿cuánto más vale un hombre que una oveja” (Mateo 12:12). También dijo: “más valéis vosotros que muchos pajarillos.” (Mateo 10:31) Sin embargo, estos mandatos de sojuzgar la tierra y señorear en ella no significan que debamos destruir o desaprovechar la tierra, o que debamos tratar a los animales con crueldad intencional.
Pero este principio bíblico sobre la bondad moral de desarrollar y disfrutar de los recursos de la tierra contrasta con las opiniones del radicalismo ecológico; porque para muchos de ellos la “naturaleza virgen” es su ideal y, por tanto, se oponen a cualquier actividad donde se usen animales (como los conejillos de indias o los chimpancés para la investigación médica). Ellos siempre intentarán bloquear muchos proyectos de construcción mediante demandas judiciales alegando que alguna especie se verá perjudicada.
La necedad del movimiento ecologista radical no tiene límites. Por ejemplo, a finales de 2008 en el valle de San Joaquín de California, gran parte del agua que los agricultores usaban para los cultivos se desvío al Océano Pacífico para salvar un pez de tres pulgadas. Como resultado, las tasas de desempleo alcanzaron casi un 50% en algunas partes de la región. Así, esta acción ecologista, resultado de una política equivocada que obstaculiza el uso responsable del riego para importantes cultivos alimentarios humanos, ha hecho que los pececillos sean más importantes que los seres humanos y, además del creciente desempleo, ha provocado escasez de alimentos y precios más altos. Ocho años después, la trágica situación en el valle de San Joaquín de California permanecía sin cambios. El 5 de abril de 2017, después de que tormentas masivas y fuertes nevadas finalmente hayan puesto fin a un largo periodo de sequía en California, The Wall Street Journal informó nuevamente como los ecologistas había logrado evitar que el agua tan necesaria llegara a estos mismos agricultores y sus tierras resecas. Y esto sin considerar a profundidad, el estorbo y atraso provocado por esas políticas promovidas por los ecologistas radicales, en la recuperación de muchos que fueron dañados por los recientes y terribles incendios en California.
Ellos una y otra vez, le otorgan una prioridad más alta a la “naturaleza virgen” que al bienestar humano. En su movimiento extremista llegan a oponerse a la matanza de ciervos o gansos en vecindarios residenciales, incluso cuando estos animales son tan numerosos que son una molestia pública considerable e incluso un peligrosa para la salud. Los ecologistas radicales enfatizan en repetidas ocasiones los peligros (ya sean reales o imaginarios) y rara vez evalúan de manera realista un riesgo insignificante de peligro en comparación con el gran beneficio para la población humana. ¡Ellos dan la impresión de que piensan que el gran problema de toda la tierra es la presencia de seres humanos!
¿Creó Dios una tierra que se quedaría sin recursos esenciales debido al desarrollo humano? Esta no es la imagen que se muestra en la Biblia. Dios creó una tierra “Y vio… todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera.” (Génesis 1:31). Aunque Dios maldijo la tierra después del pecado de Adán y Eva, también prometió un tiempo futuro en el que esta misma tierra será renovada y producirá abundante prosperidad. Donde abundarán el gozo, y prevalecerá la buena salud, tanto que las personas vivirán durante siglos. Donde no habrá maldición, y será restaurado el medio ambiente a la original pureza del Edén, donde reinará la paz en el reino animal, de modo que “Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará” (Isaías 11:6). Una vez más esta tierra volverá a producir en abundancia, como el huerto original del Edén y la tierra original (Génesis 1:31).
Por lo tanto, no te dejes engañar por la necedad de los modernos ecologistas radicales. La imagen que la Biblia tiene de la tierra en general es que tiene abundantes recursos que Dios ha puesto allí para traernos un gran beneficio como seres humanos hechos a su imagen. Y no hay indicios reales de que la humanidad en algún punto agotará los recursos de la tierra si los desarrolla y usa sabiamente.
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