“En un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.” (1 Corintios 15:52).

Nuestro cuerpo frágil y debilitado, no está preparado para durar eternamente. Aunque seamos fieles asistentes a nuestras citas médicas y obedezcamos meticulosamente las recomendaciones de nuestro doctor. Aunque desechemos toda comida chatarra y elijamos el alimento más saludable. Aunque el ejercicio forme parte de nuestro estilo de vida. Aunque sigamos todas las recetas efectivas para prolongar la vida, nuestro cuer­po se desgastará al final. Advierto, el que esto sea cierto no es una justificación para vivir irresponsablemente en lo que se refiere a nuestra salud.

Pero la realidad es que sin importar lo que hagamos, nuestro cuerpo tendrá que ser cambiado para poder vivir para siempre. El cuerpo mortal tiene que ser hecho inmortal.

Cuando Jesús vuelva a buscar a su pueblo para que esté con él, se producirá, un cambio físico radical. El apóstol Pablo reveló que: “En un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.” (1 Corintios 15:52).

Quienes estén vivos cuando Cristo regrese, recibirán en un instante un cuerpo hecho para la eternidad, así como recibieron nuevos cuerpos los que fueron resucitados de sus tumbas. Esta nueva existencia física es lo que los teólogos llaman un “cuerpo glorificado”, porque será inmune a los efectos tóxicos y destructivos de un mundo que ha sido envenenado con el pecado.

Piénsalo, ese nuevo cuerpo “imperecedero” jamás se en­fermará, jamás sufrirá algún daño, jamás experimentará tristezas, y jamás envejecerá o morirá. La muerte habrá sido “sorbida en victoria” (1 Corintios 15: 54). Nuestro dolor y sufrimiento no serán para siempre. Llegará un día sin lágrimas. Los cristianos podemos alimentar una gloriosa esperanza en el futuro: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.” (Apocalipsis 21: 4)

Disfruta al pensar en esto, llegará un día en que no habrá más habrá lágrimas por adversidades, lágrimas por amores perdidos, lágrimas de remordimiento, lágrimas de arrepentimiento, lágrimas por la muerte de seres queridos, o lágrimas por cualquier otra razón. Todo aquello que nos produce tristeza y dolor desaparecerá, porque el pecado habrá desaparecido y con él, nuestro viejo y débil cuerpo.

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