Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros” (Efesios 3: 20)

¿Cómo es tu Dios? ¿Es él lo suficientemente grande, maravilloso, poderoso y sabio como para manejar cualquier problema que puedas tener?

El apóstol Pablo escribió que Dios es “es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros” (Efesios 3: 20). Y junto con Pablo también podemos decir: “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Romanos 8: 31).

Esta fue la experiencia de Pedro cuando estaba “durmiendo entre dos soldados, sujeto con dos cadenas, y los guardas delante de la puerta custodiaban la cárcel.” (Hechos 12: 6) A pesar de las espantosas circunstancias, Pedro pudo dormir tranquilamente porque sabía y creía que Dios estaba de su parte. Ni la presencia de los guardias, ni el duro piso de la celda, ni la adversidad de la prisión, ni la inminente amenaza de ejecución pudieron robarle su descanso. Tan profundo era su sueño que el ángel tuvo que despertarle: Y he aquí que se presentó un ángel del Señor, y una luz resplandeció en la cárcel; y tocando a Pedro en el costado, le despertó, diciendo: Levántate pronto. Y las cadenas se le cayeron de las manos.” (Hechos 12: 7) Observa este detalle: Con la llegada del ángel la cárcel resplandeció y ni aun esa luz celestial despertó a Pedro. Fue entonces cuando el ángel “tocando a Pedro en el costado, le despertó” Así de profundo era su sueño, así también de profunda era esa paz que “sobrepasa todo entendimiento” (Filipenses 4: 7)

Esa es la paz maravillosa de saber que Dios está con uno y nada ni nadie puede ser rival para El. Cuando nosotros no podemos, Dios puede. Cuando somos débiles, Él es fuerte. Cuando nos desesperamos, El no pierde el control. Nuestro Dios es capaz de tratar con cualquier desafío, cualquier adversario o cualquier dificultad sin importar el momento o el lugar.

Es importante no solo saber esto, debemos creerlo con todo nuestro corazón. No se trata de lo que decimos, se trata de como respondemos ante las cosas que nos ocurren. Nuestras palabras no impresionan a Dios por mucho que impresionen a los demás. El observa nuestro corazón y nuestro andar en fe. Él sabe si le creemos más a El que lo que le creemos al mundo.

Solo entonces podemos hacer nuestras estas maravillosas palabras del salmista: “Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado.” (Salmo 27: 3)

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