“Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo.”
(Filipenses 2: 14- 15)
La sociedad moderna occidental sobresale por el ser la cultura mas prospera de la historia de la humanidad. Con excepción de los más pobres, las personas tienen todo lo que necesitan y gran parte de lo que desean. No obstante, esta es también quizá la sociedad más insatisfecha que ha existido. La gente vive quejándose de todo y por todo.
Los cristianos estamos llamados a ser diferentes. A estar por encima de la mentalidad de desastre que prevalece hoy en todas las transmisiones de noticias, conversaciones casuales y pláticas en círculos cristianos y no cristianos por igual, debemos aprender a “hacer todo sin murmuraciones ni contiendas”. Pablo escribió a los filipenses: “Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo.”(Filipenses 2: 14- 15) Debemos estar alertas y no permitir que el ambiente que nos rodea envenene nuestra actitud.  Una mala actitud se puede manifestar murmuraciones  y contiendas.
Murmurar no es quejarse y protestar alto, sino más bien una expresión de descontento entre dientes, murmurando. Son sordos comentarios negativos, quejarse y lamentarse. La contienda, sin embargo, es una altercado verbal, de mala manera… expresiones verbales de desacuerdo que despiertan sospechas y desconfianza, dudas y otros sentimientos negativos en los demás. Al hacer de las murmuraciones y contiendas una manera de vivir no solo contaminamos nuestra vida sino también la de los de los demás. ¿Quién le dio el derecho de contaminar el aire con semejante pesimismo?
El desafío es que seamos diferentes, que probemos que no somos como la mayoría en una generación maligna y perversa. Que el contenido de nuestras palabras edifiquen y no destruyan, eleven y no aplasten.  Y todo comienza cuando desechamos las murmuraciones y contiendas mostrando así que somos irreprensibles y sencillos. Es decir que tengamos una pureza de vida innegable y transparente. Que nuestra vida se caracterice por la integridad. Jesús lo dijo de esta manera: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” (Mateo 5: 16)
Este mundo sufriente, dolorido, confuso de humanidad perdida existe en habitaciones oscuras desprovis¬tas de luz. ¡Deja brillar tu luz! De esta manera les estaremos ayudando a encontrar el rumbo correcto.

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