Con lo horrible y desagradable que pueda ser el sufrimiento, Dios lo usa para ganar nuestra atención. Sea lo que sea que esté sacudiendo tu vida y la mía, puede tratarse de un toque divino para que nos volvamos a El dejando atrás una vida de mediocridad e indiferencia espiritual. O puede que también Dios esté tratando de llevarnos a un nivel de madurez superior, permitiéndonos experimentar su presencia de una manera muy especial, como solo sucede en medio de la adversidad. La Biblia nos relata: “En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo.” (Isaías 6: 1) Fue durante este tiempo difícil, en “en el año que murió el rey Uzías”, en el que Isaías vio al Señor.

La Biblia también registra en poderoso testimonio de Esteban, el cual después de exponer la verdad de Dios con toda fidelidad fue rechazado y atacado violentamente: “Oyendo estas cosas, se enfurecían en sus corazones, y crujían los dientes contra él. Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios,
y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios. Entonces ellos, dando grandes voces, se taparon los oídos, y arremetieron a una contra él. Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo.
Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió.”(Hechos 7: 54- 60) No perdamos los detalles gloriosos de esta historia enfocándonos únicamente en la agresividad de estos hombres contra el mensajero de Dios, observemos que es en medio de esta terrible prueba que Esteban “vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios, y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios.” La gracia divina vino en su rescate ofreciéndole esta maravillosa visión del cielo, por eso en medio de su lapidación pudo orar por sus verdugos: “Señor, no les tomes en cuenta este pecado.”

¿Pueden percibir el mensaje? Esto cambia radicalmente nuestra perspectiva acerca del sufrimiento. La presencia divina se nos hace mas real mientras más intenso sea dolor. El nunca nos abandona: “Porque este Dios es Dios nuestro eternamente y para siempre; El nos guiará aun más allá de la muerte.” (Salmo 48: 14)

Recuerda, podemos ver a Dios más claramente a través de nuestras lágrimas.

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